martes, 21 de diciembre de 2010

Feliz Navidad (o no)



Siempre me gustó la Navidad. Hasta que hubo un plato menos en la mesa. No importa la edad, la ausencia física de una persona se palpa y en fechas como la Nochebuena el dolor aumenta. Siempre me gustó la Navidad y el día de la lotería. De pequeña hasta quería ser niña de San Ildefonso hasta que supe que los niños de San Ildefonso eran huérfanos. Me gustó hasta que faltó ese plato en la mesa y empezaron a hacerme daño las luces y los espumillones, los langostinos y los turrones y la los deseos de paz y amor que a veces, más de las que quisiéramos, esconden hipocresía.
Siempre me gustó la Navidad y cuatro años después empiezo a reconciliarme con estas fiestas. He vuelto a poner un Niño Jesús y unas hojas de muérdago y a pensar en la cena familiar con un cosquilleo en la barriga porque no son tantas las veces que nos sentamos los cuatro a la mesa. He vuelto a ilusionarme con las luces que alumbran la ciudad aunque me parezcan un derroche supremo en tiempos de crisis; con ese mercadillo navideño que invade La Alamedilla; con los villancicos que salen de algunas tiendas y con la ilusión de convertime en Rey Mago, aunque desde hace cuatro años me falte un regalo por comprar.
Siempre creí (y todavía creo) en los Reyes Magos y os aseguro no hace falta tirar de tarjeta de crédito para ilusionar. Basta con esconder un pequeño presente bajo la almohada para que tu familia encuentre al irse a dormir la presencia de los Magos.
Vaya este post dedicado a los que aman la Navidad, a los que se reconcilian como yo lo hago, a los escépticos que preferirían una merienda con vasos de plástico en el campo y cassete de pilas gordas, a los que están aquí echando de menos a los que ya no están, a los que pasarán la Nochebuena en el hospital y a los que no tienen modo de llevar ese regalo bajo la almohada.
Feliz Navidad

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